Dice Baudelaire que la ciudad ideal es aquella donde la pasajera actualidad no ignora ni borra el pasado. La ciudad no puede entenderse independientemente de las etapas por las que atravesó en su evolución, ya que cada una de ellas ha dejado una huella indeleble que la ha metamorfoseado en archivo de la historia, pero cuando las alteraciones que ha sufrido a través del tiempo anulan sus señas de identidad y borran las referencias a su pasado. La ciudad muere y sobre su cadáver emerge otra diferente, acaso bastarda, carente de contenido histórico.
A lo largo de la historia, durante el proceso de formación de las ciudades, las mujeres hemos sido invisibles, en ningún momento existimos como sujetos que deciden ni que determinan su configuración. La ciudad se planifica a partir de decisiones políticas que toman los hombres y cuando aparecemos lo hacemos reducidas a objetos de contemplación (frisos, estatuas, etc.). Cuando en 1.768, Johann Zoffany realiza el retrato de los miembros fundadores de la Royal Academy británica, recogiendo para la posteridad a todos sus integrantes, Angélica Kauffmaann y Mary Moser no participan en el debate o tertulia que llevan a cabo los académicos retratados, sino que se las relega a la pared, mediante dos bustos pintados: no son dos personas que crean arte sino meros objetos de arte. La mujer, como sujeto que decide, ha quedado fuera de la historia escrita por los hombres. La ciudad la han diseñado los hombres reflejando una organización basada en sus intereses, y debido a su falta de participación en las responsabilidades afectivas y en los trabajos cotidianos, causan la ruptura de las complejas y delicadas redes de relaciones establecidas, ya que la ciudad que se construye en escasas ocasiones sirve de soporte para ellas. Se construye un aglomerado de funciones separadas que provocan la segregación de espacios, de personas y de formas de vida. La renta, la raza, el género y la edad son motivos de separación y discriminación. Si analizamos la ciudad desde una mirada de mujer, que reflexiona acerca de los espacios que condicionan la vida de los seres humanos que la habitamos y que desarrolla en ella multiplicidad de funciones, se revela cómo repercute en la vida de todos, cómo nos hemos convertido en sus víctimas y la razón por la que muchas ciudades donde hemos dejado retazos de nuestras vidas se han convertido en desconocidas porque nos han robados los afectos y la memoria. En pocos ámbitos como en el del desarrollo urbano son tan palpables los aspectos más negativos, irracionales y destructivos de un crecimiento capitalista tardío y salvaje que, casi nunca, ha puesto el urbanismo al servicio de las necesidades de toda la sociedad.
La Mujer Construye